Por Claudia Morales.
Recuerdo haber jugado con muñecas y hacerle ropa a las Barbies hasta los 13 años. Para mí eran bebés de verdad, no podía dormirme sin taparlas y sin darles un beso de buenas noches.
Ignacia, mi hija mayor, nació hace casi 20 años atrás, cuando solo conocía la chancla y la ducha de agua helada para “controlar sus emociones desbordadas” Pobre mi niña! Ella es hija del rigor y de una metodología anticuada aprendida de mi propia crianza. A pesar de eso, ella es maravillosa, estudiosa, cooperadora en casa, amante de los animales, vegetariana, ultra feminista y aunque es una ostra a la hora de decir lo que siente, es ultra regalona de las personas en quien confía.
Hace 2 años llegó a nuestras vidas Ferran!!! Después de hacer tratamientos y cuando todos los doctores nos decían que no podíamos ser padres, cayó del cielo un remolino incansable, un torbellino de risas, abrazos apretadísimos, ojos luminosos y besos intensos y chupeteados, un porotito feliz, con una personalidad única y especial.
HOY EN DÍA ya no hay castigos para mis pollitos, procuramos reconocer y validar sus emociones, contener sus pataletas, respetar sus tiempos, verbalizar el cariño, compartir los miedos, los orgullos, las alegrías y frustraciones y que por espejo, puedan replicar lo que con Seba les estamos transmitiendo…
Finalmente cumplí mi sueño de ser mamá!! Soy imperfecta lo sé, tengo mil defectos y a veces sí, también soy gritona y enojona, pero soy perfecta para mi polillita y mi principito, perfecta para amarlos, taparlos y darles su beso de buenas noches antes de ir a la dormir…