Por Ángela Pizarro Otey.
Para entender un poco la razón de mi formación como monitora CRIAMOR (Asesora en Acompañamiento Familiar en Crianza Respetuosa, Maternidad y Paternidad) debo contarles que partió por la necesidad de sanar mi maternidad, sí, así como suena.
La Magda fue siempre deseada, pero no programada, aunque llegó a nuestra relación madura y consolidada de 14 años. El embarazo, ideal, full preparación en todo lo que se pudiera en función del embarazo, yoga hasta el final, todo de maravillas hasta el día del parto y ahí comenzó todo. Llegamos a la clínica tranquilos, solos y yo casi sin dolor, cuando me revisa la matrona 8 de dilatación, parto en menos de dos horas, fue todo rápido y super frío, no hubo apego, ni lactancia, ni esa conexión que debía ser natural entre nosotras, pero no lo noté y pensé que era todo normal. Me preparé tanto para el embarazo, que olvidé el parto y por ello sufrí cosas que no logré visualizar hasta mucho tiempo después.
Las cosas en casa no mejoraron, me dediqué a funcionar, casi de manera automática, para que no le faltara nada, ella crecía a la perfección según todas las tablas y aunque era desgastante ser mamá perfecta me esforzaba muchísimo. En ese tiempo una lucha interna me tenía mal, quería volver a ser esa “yo” antes del embarazo, pero no toleraba que nada, ni nadie tocara a la nena.
Yo lloraba siempre, pero todas (incluida la gine) me decían que era normal, así que me acostumbré a naturalizarlo. Volví a trabajar por la necesidad de salir de la casa, me estaba volviendo loca entre el aseo, la comida, la guagua y el poco tiempo para mi. No alcancé a estar mucho tiempo hasta que colapsé, ahí conocí a un ser maravilloso que me ayudó a dejar de luchar y encontrar en mi la respuesta a lo que quería hacer de ahora en adelante y luego de una terapia de 6 meses aprendí que estaba funcionando como máquina, casi sin sentir, DESPERTÉ y hubo esa conexión que me hace vibrar en la misma sintonía que mi hija. Al principio hubo culpa, luego ganas de culpar a todos los que no me ayudaron, los que me vulneraron. Hasta que hubo perdón y de ahí comencé a sanar, de la manera más inesperada en mi forma de ver la vida, renunciando al trabajo, cambiándome de ciudad y empezando casi de cero esta nueva relación madre- hija, donde perdono y sano mi pasado para construir el presente.
Hoy tengo clara la importancia de hacer tribu, aunque sea virtual, porque necesitamos de los otros, necesitamos de la experiencia de nuestras raíces, la vitalidad y movilidad de nuestras ramas y frutos. Estoy dispuesta a escuchar a todos los que lo necesiten, porque sé lo difícil que es la maternidad y así espero continuar mi formación para poder acompañar al máximo a personas, sobre todo a los que tenemos más cerca. No me siento preparada aún para acompañar, pero tengo amigas, compañeras y unas formadoras maravillosas que tienen muchas más herramientas para apoyar estos procesos, por si quieren los datos…
Y hoy nuestra ma(pa)ternidad la vivimos a concho e intentamos diariamente ser ese adulto que de niño necesitamos.
Angela Pizarro Otey, mamá de Magdalena…
Imagen de Alba la Pintora de Somnis