Puro amor convertido en leche

Por Isamar Carrasco Ruiz

Me acuerdo la primera vez que me pasaron a mí Matilda para que le diera teta. La sacaron de la incubadora llena de cables de monitoreo y me la pusieron en los brazos, yo, sentada en una silla tiritaba desde el pelo a los pies y sudaba entera, tenía tanto miedo de que lo hiciera fuerte y me doliera pero no, su boquita se abrió de manera perfecta para chupar un poquito de calostro. Al otro día le pusieron una luz ultravioleta y no podía sacarla de la incubadora por 48 horas, lloré con ella cuando con desesperación se chupaba sus manitos y yo no podía tomarla para calmar, aunque sea sus ganas de tenerme cerca. Lloré con mi cabeza pegada al vidrio y el corazón roto. A Fernán le pude dar teta después de 5 días de nacido, pero no tenía fuerzas, le ponía la teta en la boca y se dormía intentando succionar. Iba sagradamente 3 veces al día al lactario, me estrujaba las tetas y obtenía 40cc de leche… 40, la Matilda en cada toma tomaba 40 y eso era 8 veces al día. No me alcanzaba para Fernán ni por más empeño que le pusiera y veía a mis compañeras que llenaban botellas de leche para un solo bebé. Llegaba a mi casa y junto a mi compa llorábamos y mis tetas también lo hacían. Pasaron los días y pude traérmelos a casa, con la indicación de lactancia mixta… Cada vez que tenían hambre les ponía las tetas antes, después la mamadera. Un día solita en mi pieza, sin la presión de nadie pude ponérmelos a los dos juntos, fue sin duda uno de mis mayores logros. Como se habían acostumbrado a la mamadera me ponía un chupete en cada pezón para que lo agarraran con firmeza y así me aseguraba que estaba saliendo leche. A los tres meses la Matilda no tomó más relleno. A los nueve meses Fernán no tomó más relleno. Hasta hoy llevábamos dos años siete meses y unos días, pero estoy cansada, les he dicho que está enferma, que ya no va a volver… La Matilda por hoy lo entendió, Fernán no mucho. No creo que ellos recuerden la conexión infinita que logramos, no creo que recuerden ni cuando les daba teta en los parques, ni cuando les daba sentada en el suelo del mall, o en el auto sin sacarlos de sus sillas. No creo que recuerden todas las veces que los consolé con orito blanco. No recordarán cuando aprendieron la palabra teta. No me volverán a pedir llorando que quieren hacer tuto con teta. Pero yo, yo lo recordaré como los dos años y siete meses más hermosos de mi vida, y me sentiré orgullosa de que les di durante todo este tiempo, mi más puro amor convertido en leche.