Por Carolina Segura.
Ser un niño agredido y maltratado no es fácil, crecer sin amor, sin respeto y sin la fuerza que nuestros padres nos deberían entregar, no es justo para ningún niño o niña… mi nombre es Carolina y está es mi historia.
Jamás supe de niña lo que era sonreír, pensaba que la vida era así, golpes malos tratos, insultos…
Siempre era la fea, la inútil la que no sabía hacer nada, la morena (mi madre, como mis hermanos, eran rubios de ojos claros) aún lo recuerdo y me da pena. Crecí con temores, hasta que un día con 14 años me dijeron que era adoptada, o sea, que no se su hija… ¿se imaginan que alegría para mí fue saber eso?
Mi corazón decía que les debía mucho, mi mente decía ¡sal de ahí! y así fue. Me fui a la Universidad sin nada de su apoyo, yo sola contra el mundo, pero me las arreglé pue al final sólo quería estar lejos de ella, la que me había dicho que era mi madre, pero que nunca me trató como tal.
Yo deseaba ser madre sobre muchos sueños que tenía, pero ese era el que más anhelaba, deseaba proteger a alguien y darle todo ese amor que yo no tuve. Así que a los 24 años me casé con un hombre a quien amaba mucho y tuve a mi primera hija Vanessa Sofía… era muy feliz y tenía tanto para dar, jamás recordé mi infancia hasta que un día muy molesta por algo que ya no sé qué fue, reaccioné violentamente a una acción de mi hija, y le pegué. Al ver su cara de miedo, recordé mi niñez, no podía creer lo que había hecho, era como si me estuviera convirtiendo en mi madre. Llorando y con mucha pena, le pedí perdón a mi hija.
Desde ese día aprendí, que había algo mal en mí, algo que yo no quería y que sin querer tenía dentro…
Cada vez que veía a mi madre cerca de mi hija no podía evitar sentir miedo, hasta que un día le dijo a mi hija…»Tu mamá es tan fea que no sé cómo pudo tener una hija tan linda». Recuerdo que se me heló el corazón y vi la cara de confusión de mi hija cuando vio que no me defendí, yo era una mujer hecha y derecha y aún le tenía pánico, pero no era capaz de alejarme, y menos de defenderme.
6 años después tuve mi segundo hijo, Iván Amaro Gabriel, y todo cambió para mí, ya no estaba sola contra ella, éramos tres, mis hijos me han enseñado más que lo que yo puedo entregarles a ellos.
Mamá eres hermosa, mamá te amo, mamá que inteligente eres, y por ellos y para ellos no he vuelto a repetir la historia, jamás los he vuelto a agredir, ni física, ni verbalmente, jamás he dicho cosas malas de ellos, aunque reconozco que desde que llegó Belén, mi tercera hija, todo ha sido más difícil y tuve que buscar ayuda y apoyo sicológico porque no puedo sola. Ahora las cosas son diferentes y me di cuenta que sin ese apoyo yo lo estaba haciendo mal, no digo que ha sido fácil mi recorrido, pero Dios ha sabido premiarme con 4 hijos adoptivos que me han ido enseñando cada día más, mi Cristóbal, Igor, Emanuel y Jaiara.
Quizás no soy la mejor mamá del mundo, pero de mis siete chiquillos he hecho hombres y mujeres de bien, empáticos, honestos, estudiosos y buenas personas, y ahora voy con mi enana por ese camino.
Yo soy una resilente y he demostrado que, por amor a nuestros hijos, el círculo de la violencia se puede romper.