Mi regalito de Dios

Por Paulina Calderón Muñoz

Quiero comenzar esta confidencia diciendo que mi hija es el regalo más maravilloso que el Señor me ha dado, a sus casi 3 añitos es una señorita, amorosa, tierna, muy obediente, y por sobre todo VALIENTE. Al llegar casi a sus dos meses de vida tuve que afrontar una enfermedad difícil junto a ella, aunque no lo crean, a mis 26 años me contagié de Varicela, no lo podía creer, la verdad me quería morir, pasé semanas en cama con fiebre todos los días. Mis papás tuvieron que venir a cuidarme a mí y a mi bebé, la verdad, si no fuera por ellos no sé qué habría hecho. Me dio muy fuerte y no me hospitalizaron solo para que amamantara a mi hija, ya que si dejaba de hacerlo podría ser que a ella también le diera fuerte. Gracias a Dios luego de 3 semanas ella se contagió muy levemente, comenzó con su primera pintita y a mí me vino un ataque a la vesícula. Otra vez y gracias a Dios estaba con mis papás y mi suegra, pues no me podía parar, ni moverme, ni casi respirar del dolor. A las semanas tuve que operarme y dejar nuevamente a cargo de mi mamá a mi bebé. Fue doloroso. No disfruté para nada los primeros meses de mi princesa. Lo pasé pésimo. Tenía miedo de salir. No quería que se contagiara de nada más. Y hasta el día de hoy con mi marido tenemos temor cuando vamos a un espacio público y alguien tose. Quizás lo encuentren tonto pero es un sentimiento que no podemos evitar.

En mayo de este año a mi hija le diagnosticaron Kawasaki. Quiero compartir esta experiencia, porque aún se desconoce mucho sobre esta enfermedad, y solo un diagnóstico a tiempo puede salvar vidas.

Transcurrida una semana luego de haber tenido un adenovirus leve, mi bebé comenzó con los mismos síntomas otra vez. Dolor de guatita y fiebre. En la clínica nos dijeron que se pudo haber contagiado de nuevo con el mismo virus, algo que nos pareció extraño ya que mi hija no va al jardín y yo la cuido en casa. Al contrario del adenovirus anterior, transcurrían los días y mi hija se iba sintiendo peor, con indigestión y seguía con fiebre. A petición mía, la doctora le mandó a hacer exámenes de sangre. Al día 4 de fiebre mi marido fue a buscar los exámenes y todos habían salido alterados, pero definitivamente no tenía ningún virus. La llevamos a urgencia para que algún pediatra revisara los exámenes. Le mandaron a hacer uno de orina porque él sospechaba que era infección urinaria. La dejaron hospitalizada porque estaba muy decaída y la fiebre no paraba. No tenía infección urinaria, pero de igual forma salía anormal el examen, por eso le administraron antibióticos, sin saber lo que en realidad padecía. Al día 6 de fiebre mi hija no comía, se quejaba de que le dolía mucho su guatita, estaba hinchada, tenía sus ojos rojos y su guatita y pechito con manchitas. Estábamos tan asustados que le exigimos a la Doctora trasladarla a Santiago. Al día 7 de fiebre llegamos a la Clínica Las Condes, donde el pediatra infectólogo determinó inmediatamente que era Kawasaki. Solo la revisó, vio que tenía inflamada y roja su vacuna BCG y le hicieron un eco cardiograma.

Muchas personas oraron por mi Agustina, creo que eso la salvó de no tener alteradas sus arterias coronarias. Era casi el día 8 de fiebre y comenzaron a administrarle inmunoglobulina y aspirinas en altas dosis. Al día 9 mi hija amaneció ya sin fiebre y mucho mejor de ánimo, podía decir que era mi Agustina de siempre. Al día 11 nos fuimos con ella totalmente recuperada. “Para impedir que los niños tengan secuelas graves en su corazón, es necesario administrar el medicamento antes del día 10”. Si a mi hija no le hubiera dado esta difícil enfermedad nunca habríamos sabido que tenía un pequeño orificio en su corazón. El cual no tiene nada que ver con esta enfermedad sino que fue un hallazgo encontrado el eco cardiograma. Ahora tenemos que controlar esa cardiopatía todos los años. Con mi familia estamos seguros de que no tendremos que operarla a los 6 años y que se cerrará sola. De totas maneras, mi pequeña valiente otra vez triunfará!!!