Madre e hija, compañeras de vida.

Por Vanessa Álvarez.

Cuando Sindy me propuso escribir esta confidencia, pensé uf…que difícil.

¿Cómo hago para plasmar todo lo que he vivido estos últimos 20 años en pocas palabras?…

Acá mi intento.

Mi nombre es Vanessa Álvarez Estay, tengo 40 años, mi única hija Catalina, este año cumple 20.He sido mamá la mitad de mi vida, algo que me encanta!.

 

Cata llegó a mi vida cuando tenía 20 años, fuera de cualquier plan, pues estaba en la universidad.

 

Mi embarazo no fue un periodo fácil, pero sí muy maravilloso, no era el camino que había y que habían siempre pensado para mí, pero ahora creo que eso es un detalle, el camino te lo vas formando, da lo mismo que es primero y que es después.

 

El proceso de embarazo, es para mí hasta el día de hoy, uno de los mejores regalos que tenemos las mujeres, sentir que tienes una vida en tu interior, es algo que no se puede explicar, no existen las palabras, aunque suena cliché, hay que vivirlo… Mi bebé fue creciendo de a poquito en mi interior, donde estaba protegida, no tuve problemas, siempre me sentí muy bien, no tuve mareos, vómitos, nada, un poco de dolor de espalda, al final del periodo, por el peso. No quería saber si era hombre o mujer, y por la forma de la guata, la gente siempre me decía “ es hombre”, entonces me fui convenciendo que era hombre, se llamaba Daniel, cuando faltaba menos de un mes para su nacimiento, mi mamá me dijo que debería saber, porque si era “niña mujer”, no estaría preparada, además que ella quería adornar la cuna  y la pieza, así que en la ecografía le pregunte al doctor, y fue muy chistoso porque me dijo “pero si es mujer”, yo sé desde hace mucho….y ahí quede PLOP, no le tenía ni nombre, y tenía ropa y otras cosas color celeste , que me habían regalado. Llegué a mi casa, le conté a mi mamá, y me dijo “ponle Catalina”,  y ahí está mi Catalina, mi compañera de vida. Estuve estudiando hasta el 05 de Agosto, fue un muy buen semestre en la universidad,  tenía las neuronas de mi hija apoyándome.

 

El 26 de Agosto a las 12:50 pm, nació Cata, su parto fue muy rápido  y sin mayores problemas. Cuando la enfermera me la dejo en mi pecho y la abracé, sentí el amor más grande que se puede sentir, sin ni siquiera llegar dimensionar todo lo que vendría después.

 

Ser mamá joven, no es fácil,  era todavía niña e inmadura, pero tenía que asumir que tenía que entregarle a mi hija todos los cuidados, todo el cariño y todo lo que ella necesitaba.

La primera etapa fue compleja, Cata nació en invierno, al mes tuvo una bronquitis, lo que la tuvo durmiendo poco, hacía frio y llovió como nunca en San Felipe, por lo que estuvimos como un mes encerradas en la casa, pero después de eso, siempre ha gozado de buena salud, gracias a DIOS. Tuve muchos miedos, no sabía que hacer muchas veces, no sabía mudar una guagua,  no tenía idea lo que era la lactancia, y como no me preparé, sufrí las consecuencias, pero conté con el apoyo de mis padres, quienes tenían experiencia.

 

Como debía continuar mis estudios, estuve con ella al 100%, amantándola hasta los 6 meses, tuve que volver a Valparaíso. Ella se quedó con mis papás, quienes la cuidaron y criaron como su tercera hija, siempre les estaré agradecida por eso.

 

Vivía en Valparaíso de lunes a jueves o de martes a sábado, dependiendo de los ramos, llegaba a San Felipe a estar con ella y cuidarla.

El primer mes fue muy complicado, dejar a mí bebe y no verla en 4 días, me producía angustia, dolor, ansiedad, en realidad muchas cosas, pero de a poco entendí que tenía que terminar mi carrera por mi hija, para poder brindarle un futuro mejor y por supuesto ella estaba en las mejores manos. Desde ese momento y como le digo siempre se convirtió en mi principal motivación.

 

Cuando llegaba a casa, ella corría a recibirme y estaba todo el fin de semana caminando junto a mí, me acompañaba hasta el baño, jajaja, eso le pasa a todas las mamás…hacíamos muchas actividades juntas, lo bueno de ser mamá joven es que tenía mucha energía, así que jugábamos mucho.

 

Así el tiempo pasó, Cata fue creciendo, comenzó a ir al jardín, recuerdo su primer día como si fuera hoy, me quede en San Felipe, para ir a dejarla, la lleve y aunque se puso a llorar, se quedó en el jardín, la tía me dijo, “déjala un ratito”, se va a quedar tranquila, me fui con el corazón apretado, pero la tía me dio tranquilidad y confié en ella. ¡Cuando volví a buscarla estaba feliz!! Y al retorno a la casa, entró gritándole a mi mamá, “Mami, me fue bien en el jardín”, amó su jardín y a sus compañeros, su proceso de adaptación fue corto, se acostumbró rápido. Para su cumpleaños número 4,  que celebramos en el jardín, le regalaron a su muñeca favorita, que bautizó como “Martina”, Martina aún está en la cama de Cata, se extravió un tiempo en la plena adolescencia, pero aún está ahí.

 

Ese año pasó y al llegar al fin del año escolar, la tía del jardín me comunicó que iba a cerrar el jardín, tenía que encontrar otro jardín para Cata, este fue el primer cambio que tuvo que enfrentar mi hija.

Busqué y encontré otro jardín, donde la recibieron con los brazos abiertos y en el cual también fue muy feliz. Yo ya estaba terminando mi carrera, me faltaba hacer la práctica profesional y mi memoria para titularme.

 

Llegó el momento de encontrar un colegio, que como estudiantes con su papá, pudiéramos pagar, que fuera bueno, que fuera católico, esto para mí era fundamental, ya que me gustan los valores que entregan los colegios católicos, ya no pienso igual, ha pasado tanta agua bajo el puente, pero en ese momento, ese era mi pensamiento, así fue como lleve a Cata a realizar la prueba de admisión al que había sido mi colegio, que ahora era mixto, y subvencionado. Cata quedó y entro al Colegio Vedruna, agradezco que este primer proceso, haya sido fácil y rápido, ya que ahora cada vez se vuelve más complejo el proceso de admisión.

 

Este año, yo había vuelto a vivir a San Felipe, ya que estaba haciendo mi memoria, por fin volví a vivir con mi hija, volví a verla todos los días.

 

Los años anteriores, la crianza la realizó más mi mamá que yo, era obvio, ella estaba casi todo el día con ella, yo varias veces no estuve de acuerdo con mi mamá, en temas como, la mamadera, la comida molida, etc…pero al final, los cambios que yo podía hacer con Cata los fines de semana, o las vacaciones, mi mamá los borraba en 2 semanas…. Durante todos estos años, Cata si me reconocía como su mamá, este fue mi principal miedo cuando la dejé para continuar con mis estudios, que mi mamá se convirtiera en su mamá y que a mí me viera como su hermana. Mucha gente me lo dijo, mucha gente le había pasado lo mismo, había vivido lo mismo, esto me provocó mucha inseguridad, pero siempre tuve la convicción de que nuestra historia sería distinta, y así fue.

 

Cuando Cata tenía 6 años, yo me titulé,  y empecé a trabajar, trabajé un año en Santiago, viajando todos los días desde San Felipe a Santiago en bus, muchos sanfelipeños aún viajan por trabajo a diario.  Cata estaba en el colegio, en 1ª Básico, aprendiendo a leer, este punto para mí, marca la independencia de los niños, porque se abre un mundo que pueden conocer, cuando aprenden a leer.

 

Llegó el momento,  el difícil y crucial momento de independizarme, de tomar a mi hija y sacarla del hogar paterno, a vivir nuestra vida sola. Nos fuimos a vivir a Antofagasta, porque el papá de Cata vivía allá. Una nueva vida, una nueva ciudad, nuevos amigos, nuevo colegio para Cata, un tremendo cambio lejos de la protección y de la seguridad que siempre nos dieron mis padres.

 

Llegamos a Antofagasta, Cata entró al colegio que pude encontrarle con vacantes en Febrero, cuando el año escolar empieza en Marzo, no era el mejor, era evangélico, quedaba más menos cerca de la casa, era lo que había. Tuve que buscar un minubus para que la fuera a buscar y a dejar.  Gracias a Dios encontré a una señora muy buena, que llevó a Cata al colegio, hasta cuando ella no se quiso subir más al furgón escolar, como a los 12 años…

 

Acá empezó mi periodo de mamá full, acá empecé a sentir lo que era estar 100% preocupada de Cata, de sus tareas, de los materiales, de su ropa, de la comida, de todo lo que significa la crianza de un niño, antes fui subsidiada por mis padres, como ya lo he comentado.

 

Tomé la decisión de criar a mi hija para la guerra, de esto no me arrepiento.  Ella ya era una guerrera, de carácter fuerte y de ideas firmes y claras desde siempre, yo la dejé ser.

Empezó la etapa de los materiales y de las tareas, para los materiales, me hice amiga de la mamá de un compañero de mi hija, Ian, quien me contaba todo, porque Cata a veces los olvidaba y se acordaba tipo 9 de la noche, antes de acostarse. Hoy todo eso se soluciona con los grupos de wasaps.  En las tareas, no ayudaba mucho a Cata, mi mamá había sido así con nosotros y sentí que había sido bien, además que a ella le iba bien en el colegio, ahora tengo mis dudas si estuvo bien, con el paso de tiempo, y con Cata en la Universidad, creo que me equivoqué, debí haberle formado hábitos de estudios, y habría sido para ella más fácil su primer año de universidad, pero bueno, uno hace lo que cree mejor , ya que nadie nos enseña a ser padres.

 

El colegio en que había matriculado a Cata, no me gustó, pero no quise cambiarla, ya que ya había vivido muchos cambios, la había alejado de mis padres, vivíamos en otra ciudad, todo era distinto. Después de 4 años, la cambié de colegio, y su primer día, fue difícil para ella. Aunque ella entendió que el cambio era para una mejor educación, se angustió al momento de tener que enfrentar a sus nuevos compañeros.  Pero gracias a su personalidad y su poca timidez, se adaptó rápidamente a su nuevo curso.

 

Seguíamos viviendo en Antofagasta, cuando empezamos a tener problemas con su papá y nos separamos, tratamos de que fuera lo menos traumante para ella, pero lograr que no lo sea es una misión difícil, los hijos se ven perjudicados, aunque uno trate que no sea así.

 

Por temas de trabajo y para estar cerca de mi familia y de mis amigos, decidí, volver a la zona central y nos vinimos a vivir a Santiago.  Mi hija tuvo otro cambio de colegio más. No es algo de lo que me enorgullezca, pero es la vida que nos tocó, y ahora cuando conversamos me indica que gracias a eso, tienes hartos amigos y se acostumbró a los cambios permanentes. Buscamos un colegio primero y cuando estuvo matriculada, buscamos un departamento cerca, desde donde ella pudiera caminar, eso es un privilegio es una ciudad grande como Santiago. Este consejo me lo dio mi jefe y siempre se lo agradezco. Llegamos a vivir solas a la capital, siempre provincianas hasta ahora,  nos acostumbramos rápido al ritmo de vida, Cata hasta hoy se ubica  y se maneja mucho mejor que yo.

 

Llegamos a la adolescencia, periodo al que había temido en algún momento, pero que creo que lo vivimos muy tranquilamente, basamos nuestra relación en la confianza y en la libertad, con límites; Horarios y condiciones, para ir a fiestas, que debían ser cumplidos para seguir “teniendo permiso”.

 

Recuerdo en reuniones de apoderados, escuchar a las otras mamás, y yo me sentía, muy relajada, y la verdad es que si lo soy, en muchos temas, porque para mí la clave fue y será siempre la confianza con mi hija, pero no me tembló la mano, la primera vez que me mintió, el castigo fue ejemplar y hasta el día de hoy, no lo ha vuelto a hacer (mentirme).

 

En este periodo, después de la separación, Cata no estaba bien, por lo que decidí enviarla al psicólogo, encontramos a una mujer maravillosa, la cual nos ayudó, porque nos ayudó a las dos, a sanarnos. Cata entendió muchas cosas y supero sus temas, desde ahí y de acuerdo a mi experiencia, recomiendo y creo necesario, solicitar ayuda a un profesional, cuando se han vivido situaciones de este tipo.

 

Y aunque usted no lo crea, a Cata no le gusto el colegio, a los 3 meses, me dijo, mamá este colegio no es para mí, no encajó acá, quiero cambiarme a este otro colegio, ella lo eligió, yo mire los resultados de la PSU, estructuralmente era grande y sus instalaciones eran de lo mejor, era católico, en fin cumplía con lo que yo esperaba,  así fue como Cata postuló y quedo en su último colegio, donde estuvo toda la enseñanza media.

 

Para terminar con mi historia de mamá, quiero decir que me siento afortunada de serlo, fui joven mamá  y quizás en ese tiempo no fue fácil, ahora me encanta serlo, me encanta sentir que vamos de la mano con mi hija caminando juntas, somos compañeras de vida, quizás en algún momento, seremos las dos viejitas.

 

Como consejo, aunque no es bueno darlo, porque cada uno cría sus hijos como quiere y como piensa que está mejor, uno habla de acuerdo a lo vivido. A parte de establecer una relación de confianza, traten de conocer a sus hijos,  ser sus amigos, saber cuáles son sus gustos, sus temores, sus sueños.

Traten de escucharlos, apoyarlos, pero no de imponer nada, ellos deben tomar sus propias decisiones, ellos deben formar su propio destino.

 

Para mí fue clave entender que los hijos son prestados, que no son de nuestra propiedad que es el amor más incondicional que existe, que llegan a nuestra vida, por nuestra decisión, los cuidamos, los criamos, le entregamos herramientas, valores, para que forjen su vida, tal como nuestros padres los hicieron con nosotros, pero que en algún momento saldrán de nuestro regazo.

 

¡Aunque ya mi camino en la maternidad está avanzado, todavía me queda, porque como me dice mi mamá, esto es para toda la vida… te amo Catalina!!

 

Disfruten a sus hijos!!!, en la etapas que estén, el tiempo sólo avanza.

 

Un abrazo

Vane