La llegada de mis hij@s

Por Marta Montero

Hola, soy mamá de 3 hijos maravillosos. La mayor, Elena (en honor a mi mama) tiene 16 años, Julieta 3 años y Eric de 10 meses.

Ser madre es todo un desafío, pero esto depende de las circunstancias que toquen vivir. Mi primer embarazo fue cuando iba a cumplir 20, claramente era no deseado. Tuve una depresión muy grande, lo único que quería era dormir y al despertar no tener el problema…pero a pesar de eso amaba a mi bebé, así que me cuidé durante todo el embarazo. Cuando comenzó el trabajo de parto todo avanzó sin problemas, parto normal, pero mi hija venía con doble circular al cuello, es decir, se estaba asfixiando. Ella no terminaba de salir cuando cortaron el cordón y luego de eso terminó de nacer. No lloró de inmediato, no sé cuánto tiempo pasó, pero para mí fueron minutos eternos, hasta que comenzó a llorar suavecito. Después el problema comenzó conmigo, sentía que de a poco se me iba la energía, solo quería dormir, pensé que era normal, hasta que me inyectaron algo en la pierna para contraer el útero. Me tomaban la presión en ambos brazos y decían ¡“50-70”, trae otro aparato, éste no sirve!.

A pesar de lo mal que estaba, me pasaron a la pieza. Llego mi mamá y alcance a decirle que había nacido niñita y no varón como ella creía. Se llevaron a mi mamá y me sirvieron un té, me senté como pude y comencé a vomitar, me volvieron a tomar la presión y recuerdo que dijeron “50-100 ya está bien”. Así es como mi hija y yo casi no sobrevivimos al parto.

Mi Elena nació el 14 de enero, el 11 de marzo tuve que volver a clases y dejar a mi bebé con mi mamá. Tuve la fortuna que mi ella fuera un pilar fundamental en la crianza de mi hija y en el término de mi carrera.

En mi segundo embarazo fui súper exagerada, me cuidé muchísimo, me tomé todos los remedios y vitaminas que me recetaron. Al llegar la semana 38 el doctor me dijo que mi guagua no podía nacer por parto normal, porque era muy grande, por lo cual me arriesgaba a sufrir nuevamente una inercia uterina. Me tocó aceptar la cesárea. Ahora en pabellón mientras me operaban, lo único que hice fue llorar, porque estaban sacándome a mi hija, ella aún no había decidido nacer. Cuando la sacan, lloró de inmediato y muy fuerte, pensé: que alivio. La besé y acaricié con mi rostro hasta que se la llevaron, luego presenté nuevamente una inercia uterina, la cual atendieron y sobreviví nuevamente.

Esta vez me tocó criar solita a mi Julieta, me refiero sin mi mamá, así que me sentí madre primeriza, pero con todo el apoyo de mi marido, porque él es un 7 como padre y esposo.

Mi tercer embarazo fue sorpresa, o sea, queríamos tener otro hijo, pero 1 año después. Este embarazo se me pasó volando, me relajé en comparación con el anterior, pero me tomé todos los remedios y vitaminas, además estaba clara que sería una cesárea. Pero al cumplir 37 semanas me caí en la calle. Al bebé no le paso nada, pero yo me fracturé el brazo derecho. A pesar de esto se programó la cesárea para la semana 39, 11 días después del accidente. A pesar de las incomodidades de la cesárea, cuando vi a mi hijo olvidé todo y me sentí feliz, pero no de los dientes para afuera, sentí esa felicidad que te llena el alma. Lo besé mucho, era perfecto.

Para atenderlo vino lo complicado, ya que tenía un brazo malo, pero me las arreglé para poder cuidar a mi niño. Ahora con más experiencia, ha resultado más fácil, pero este niño es muy inquieto, si hasta se ha caído de la cama… ¿pero a quién no le ha pasado? Jejeje.

Soy madre de 3 hijos y he pasado por diferentes experiencias con cada uno de ellos, pero sigo aprendiendo y disfrutando del doble rol que Dios me regaló … mi rol de madre y mujer. Gracias por tener a mis princesas y mi principito.