Por Diana Román.
Ser mamá fue mi sueño desde que conocí a mi compañero de vida. Ambos fantaseábamos con formar una familia numerosa.
Fui madre a los 22 años, luego a los 24 y posteriormente tuve a mi niño a los 30 años.
Habían pasado 6 años y para mi ser mamá de un varón tanto tiempo después me hizo sentir muchas inseguridades y miedos.
Fue pasando el tiempo y veía que mi niño no era igual que mis otras hijas. Algo veía en su mirada, algo sentía que lo hacía diferente y no podía identificarlo.
Con un bebé de 11 meses me enteré que estaba embarazada esperando otro bebé.
En ese momento sentí mucho temor, pues tenía un pequeñito de 11 meses que aún ni siquiera gateaba. Miraba a mi niño y me preguntaba ¿Cómo voy a hacer para criar a dos bebés juntos?… mi pequeño de 11 meses era aún un bebé!
Pasé un embarazo lleno de temores, de los cuales hoy me arrepiento. Siento que el miedo me paralizó y no permitió disfrutar el proceso.
El tiempo pasó, y llegó a llenarme de fortaleza mi cuarto hijo. A mis 31 años ya tenía a mis cuatro polluelos amados… dos niñas maravillosas y dos nenes hermosos.
Pero algo seguía ahí, en mi corazón y en mi cabeza diciéndome que algo había en mi tercer hijo.
Mi intuición de madre me llevó a investigar y leer algunos artículos que hablaban de desarrollo en los niños. Fue así como terminé en consulta con determinados profesionales que me hablaron de sospecha diagnóstica de TEA (trastorno de espectro autista).
No fue una sorpresa para mi, me permití sentir miedo, pero no podía perder tiempo.
En cosa de semanas ya estábamos con las terapias correspondientes y avanzando sin mirar atrás.
Hoy a más de un año de haber entrado en el mundo azul (como lo denominamos las madres de niños TEA), siento que he vivido una metamorfosis como ser humano. Mi hijo cambió la forma en que veo el mundo, con él he aprendido a ser paciente y disfrutar de cada logro por más pequeño que sea, para mi siempre es algo grande.
Sin duda siento que el miedo es un sentimiento que debemos abrazar y vivir, pero soltar para poder avanzar. Luego cuando miramos atrás nos damos cuenta de lo que somos capaces y de cuanto hemos aprendido de cada experiencia que nos regala la vida.
Soy una convencida de que todas las cosas suceden por algo, hay días en que siento miedo y me permito vivirlo y lo aprovecho para despegar con más fuerza y seguir avanzando.
Amo a mis hijos, amo a mi gran compañero, abrazo el miedo y abrazo también la sospecha diagnóstica que nos cambió la vida.