Por Christian Vega Salazar
Sin duda, no todos estamos preparados para la llegada de un hijo y menos, para el segundo, al menos ese es mi caso: padre de Nicolás de 8 años, un hijo fantástico, deportista y quizás más maduro que otros niños a su edad, por el hecho de vivir desde los 4 años conmigo, en lugar de vivir con la mamá. Sí, soy un padre que tiene a cargo a su hijo, y lo recalco, porque en nuestra sociedad miran esto con malos ojos y cuestionan todo sin saber las historias de vida y sobre todo al padre, pues piensan que un hombre no puede hacerse cargo de su propio hijo. Lamentablemente estamos acostumbrados a ver padres ausentes o que ven a sus hijos 2 o quizás menos veces al mes, en fin, no es mi intención criticar, así que para no desviarnos del tema, continuaré.
Junto a Nico, hemos compartido múltiples experiencias y aventuras, sobre todo hemos compartido nuestro amor por el fútbol, y así éramos 2, papá e hijo felices, hasta que conocí a la mujer que me daría el 2do regalo más lindo de mi vida, mi bebé hermosa, mi Sofía de 10 meses de vida cumplidos, la bebé que se pone a gritar como loquita cuando me ve, mi niñita que se ríe por cada tontera que hago para llamar su atención y que es un amor de bebé (excepto cuando tiene hambre, donde se vuelve una gruñoncita jajaja). Durante el embarazo todos me decían lo adorables que son las niñas y cuánto la iba a adorar, las típicas tallas de que andaría con babero, etc. Bueno, se quedaron cortos, porque estoy enamorado de mi bebé y he olvidado mi gran temor de que si podría amarla de la misma manera que a Nico, eso porque ahora tengo mi corazón dividido en dos partes iguales, con todo lo diferente que son uno de otro, sus distintas necesidades y lo difícil que es poder dividirte para ambos. Pero ese no era mi único temor, había otra cosa que me inquietaba y era cómo explicarle a Nico, un niño de 7 años en ese tiempo, de que ya no seríamos sólo dos, de que su papá debía amar a otra personita al igual que a él, que el tiempo que antes tenía todo para él ahora se debía compartir con su hermanita, ¿cómo hacerle entender de que tendría una hermanita que sería hija de su padre pero con otra mujer que no era su madre?. Mis grandes temores y preocupación, fue el efecto que tendrían estas cosas en él, en su vida, en su mundo.
Cuando somos adultos nos damos cuenta de que la vida no es como pensábamos que sería cuando éramos pequeños y recordamos los buenos momentos que vivimos cuando solo éramos niños y lo felices que éramos junto a nuestros padres y familia, por lo mismo, es que cada acción que realizo la pienso muchas veces antes para no afectar negativamente las vidas que llevo tomadas de mis manos. A Nico le costó entender en un principio lo que ocurría y lo que se venía, me llenó de preguntas difíciles de responder y nos puso en situaciones a veces graciosas, como el momento en que le contamos que tendría una hermana: «La tía tiene una bebé aquí adentro, ella será tu hermanita» (pasando mi mano por su espalda para abrazarla) La verdad, fue el momento más difícil que pasé, pero él se encargó distender el incómodo momento, con su carita mirándome incrédulo e inocente: -«¿Dónde? ¿En la espalda?» imposible no morir de la risa, lo más difícil había pasado.
Llegó el 5 de octubre pasado y salió al mundo la Sofi, él estaba más nervioso que yo, cuando ya estábamos en la clínica hasta me confesó: «Estoy nervioso papá, tengo como ganas de llorar», llegó el momento de ver a su hermana recién nacida y su carita feliz al verla fue todo un alivio, pero sabía que esto estaba recién comenzando. Ahora que ya han pasado 10 meses, puedo decir que no ha sido fácil pero tampoco tan terrible como pensé, el miedo de que Nico se sintiera solo, que su rendimiento bajara en el colegio o que su motivación por el deporte desapareciera estaban más que presentes, pero afortunadamente no ha sido así. Si mostró, un comportamiento medio errático o agresivo a principios del año escolar, cosa rara en él y que atribuimos por el momento difícil, lleno de cambios en su vida, aparte de la llegada de su hermana también se suma el hecho de irnos de la casa de mi mamá donde se crió desde que era un bebé. Pero… la solución a todo esto la tenía en mi poder: AMOR!!! con mucho amor y paciencia lo he ido ayudando, guiando y acompañando en este nuevo escenario de su vida, llegando al punto de que esos episodios sean una etapa superada, pero sabiendo de que esto aún es el principio y consciente de que compartir mi amor con mis dos hijos es un desafío que asumo encantado y donde estoy dispuesto a dar lo mejor de mí por cumplir con lo que la vida me ha dado.