Por Rolando Cabrera.
Llevábamos algo así como cincuenta minutos de viaje y en general había sido un vuelo tranquilo, salvo un poco de turbulencia a la altura de Chillán. Pero cuando estábamos próximos a aterrizar en el Aeropuerto Carriel sur de Concepción, el avión comenzó a moverse de lado a lado y justo en el momento que estábamos a punto de tocar tierra, el avión despegó nuevamente.
La incertidumbre hizo que se escuchara un murmullo general en el avión y más de algún comentario de angustia. La señora que iba a mi lado estaba un poco preocupada por lo que le dije “no te preocupes, no pasa nada” aunque estaba consciente que no tenía ningún argumento para decirle eso.
Me asusté sin duda alguna, pero el susto de saber que en cualquier momento puedo perder la vida me hizo cuestionarme qué le heredaría a Antonio (mi hijo) si yo moría durante su infancia.
La respuesta tradicional es contar los seguros de vida, seguros de desgravamen, etc. pero en ese momento creí que le faltaría algo más importante y que por mejor situación que le dejara, necesitaba garantizar que supiera lo que significa él en mi vida.
Desde ese día me propuse escribirle cartas de manera periódica, para que sepa lo que siento por él, lo mucho que lo admiro y por sobre todo guarde anécdotas, historias y fotografías de su infancia..
Mi confidencia es la siguiente; me cuesta mucho expresar mis sentimientos a mi hijo, explicarle lo importante que es y decirle cuanto lo quiero, pero encontré en esto de escribir una forma de comunicarle mis sentimientos de una manera más fácil y cómoda.
Ya van más de 50 cartas en 6 años y creo que ha sido una experiencia muy enriquecedora, porque me obliga a salir de la rutina y filtrar lo más puro y lindo de sus acciones y escribirlas para cuando él sea grande.
En el transcurso de estos años he desarrollado la capacidad de rescatar las cosas buenas que tiene Antonio y soltar los momentos amargos y las peleas, pese a que me ha costado bastante, me ha permitido tener una relación más sana y cercana con él.
Lo mejor de todo es qué pese a todos los defectos y oportunidades que tengo para mejorar, Antonio reconoce en mi el esfuerzo y las mejoras que voy teniendo, y sin darme cuenta él también aprendió a filtrar lo bueno de cada persona.
Ahora estoy más tranquilo porque sé que para el día que yo no esté, él sabrá lo importante que es en mi vida.
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