Claudia Carvajal
Mi nombre es Claudia, soy mamá de dos niñas maravillosas de 7 y 3 años. Soy un poco trabajólica, y de verdad que me gustaría tener mucho más tiempo libre para disfrutar los fines de semana con mi familia, pero por razones económicas no puedo dejar de trabajar de lunes a domingo. Igual tratamos de darnos tiempo con mi marido para armar panoramas con las niñas. La mayor es un 7 como hija, muy independiente, excelente alumna y compañera, muy preocupada del resto y solidaria cuando a un compañer@ le pasa algo. Se lleva bien con todo el mundo, pero hace poco pasó una situación muy desagradable sobre todo para mí como mamá.
Ella es muy abierta y tenemos una excelente comunicación, pero hace unas semanas la noté rara, un poco deprimida, yo pensé que podía ser porque no quedó seleccionada en una actividad extra programática de su colegio y que ella quería mucho, no le di mucha importancia, hablé con ella y le dije que había otras cosas que ella podía hacer. Pasaron los días y seguía igual. En la tarde llegamos a casa y estaba muy callada ni siquiera quiso comer (cosa que era muy raro en ella) dejamos de lado nuestra cena y le empezamos a preguntar que le pasada, en ese momento me decía que no podía hablar, que tenía algo en la garganta que le dolía y no la dejaba hablar, la abracé y se puso a llorar con una pena que me partió el alma, ahí me contó que en el colegio la molestaban dos compañeros, se burlaban de ella y le rompían sus cosas, se me vino el mundo encima, me dolía el alma verla así tan angustiada y no entendía como dos niños de su edad podían hacer tanto daño a mi hija, que es una niña tan cariñosa y buena con todo el mundo. Hablamos mucho, andaba muy sensible y no era el primer testimonio que había escuchado, otros apoderados también habían tenido problemas similares. Pedí una reunión con la profesora y lo comenté en el grupo de apoderados inmediatamente, obviamente sin dar nombres, solo para poner en conocimiento lo que estaba pasando con mi hija y para que tuvieran cuidado con los niños por si otro estaba pasando por lo mismo. El apoyo que recibí de los papás fue hermoso, todos preocupados de mi hija, porque la conocen y saben como es. Yo hablé con los papás de los involucrados y gracias a Dios mi hija ya no tuvo más problemas.
Quise contar mi experiencia para que como papás pongamos atención a los cambios conductuales de los niños, siempre hay señales que nos dan cuando algo no anda bien. Y como padres creo que la mejor herencia que podemos dejar a nuestros niños es enseñarles a ser buenas personas, entregando valores que le duren toda la vida, a mirar para el lado y tender una mano cuando alguien lo necesite. Enseñarles a cuidarse, a hablar las cosas, pedir ayuda o darla y querernos porque somos todos iguales sin importar de dónde venimos o nuestro color de piel, y sobre todo que debemos ser solidarios con el resto.