Aprender a luchar por el futuro de mi hijo con Autismo.

Por Pamela Gallardo.

Hola, mi nombre es Pamela Gallardo, quisiera compartirles un pedazo de mi vida.

Todo partió hace 6 años. Cuando nos casamos con mi esposo comenzó nuestra lucha como matrimonio para ser padres, después de un año de puros tratamientos fallidos, llegó el día el cual sería nuestro último resultado, ya que habíamos decidido no seguir intentándolo. Salió negativo, siempre recuerdo que ese día fue muy triste, mi marido se iba al sur a trabajar y yo al norte, cada uno tomo su avión con el corazón partido, llena de interrogantes, pero había que seguir.  Trascurrida una semana comencé a sentirme muy mal, con síntoma de embarazo y mi madre me dijo hazte un test. Reconozco que costó mucho dar el paso y para mi gran sorpresa salió positivo, estaba embarazada, y no era uno solo, eran dos, mi alma se llenó de amor, de miedos, de interrogantes, me preguntaba qué voy a ser con dos bebés. Así que felices con mi marido comenzamos la preparación para la llegada de nuestros nenes, Benjamín y Agustín llegaron el 11 de febrero 2014, con 32 semanas, dos varoncitos maravillosos.

Mis niños, hasta el año dos aproximadamente se desarrollaban muy normales a su edad, ya decían sus primeras palabras, jugaban entre ellos, se decían mano y corrían uno detrás de otro.  Pero mi Benja, comenzó a tener fuertes pataletas. Le preguntamos al pediatra por qué pasaban estos episodios a veces sin causal alguna, él nos dijo “déjenlo solo en la pieza hasta que se calme, es solo una pataleta de niño”, pero luego ya no era solo llorar, ahora también se golpeaba la cabezazos en el suelo, así que ya no lo podía dejar en una pieza solo pues se podía lastimar, después empezó a morderse su manito, la tenía horrible. Ya estábamos cerca de los dos años y algunos meses, y aunque  pasaba como un niño mal criado, nosotros ya no sabíamos cómo contenerlo, cómo entender su llanto, sus golpes, y lo comenzamos a observar mucho. En esa observación veíamos en él,  muchas cosas: como que caminaba en punta de pie y tenía algunos movimientos con sus manos que no eran normales. Fue  en una junta con amigos les comentamos lo que estábamos viviendo con Benja.  Para nuestra suerte, entre ellos había un matrimonio de   psicólogos, una educadora diferencial, una educadora básica quienes me sugirieron llevarlo urgente donde un neurólogo para no  perder más tiempo.

Lamentablemente me tocó ir sola a la consulta con el neurólogo, pues mi marido no estaba, y recuerdo ese  7 de abril de 2016  donde el doctor con mucho cariño me dijo: “mamita, lo siento, Benjamín es autista, y tenemos que empezar a tratarlo ya”, ¡uf! ese día lloré mucho, pues era algo totalmente desconocido para mí, no sabía que significaba, como debía tratarlo, a penas manejé hasta la casa, lo miraba y me daba mucha pena,  pero también sabía y tenía claro que no era el fin del mundo y que había que hacer todo lo necesario para que él pudiera comunicarse, ya que a esta altura él había perdido el habla,  y no jugaba con su hermano. Agustín me decía ¡mamá mi hermano no me pesca ya no quiere jugar conmigo!, la verdad eso dolía mucho, porque uno de mis bebés se estaba quedando atrás, así que comenzamos con terapias con una terapeuta ocupacional, luego llegó a nuestras vida una fonoaudióloga que logró sacar nuevamente el habla, esto significaron viajes a Santiago, pero no importaba todo era por él. Debo recocer que en un momento se me hizo muy difícil sobre llevar todo… trabajo, casa, y el no hacer diferencia para no dejar de lado a Agustín, ya que él se descompensaba mucho al ver como su hermano se golpeaba, y al ver como mamá pasaba la mayor parte de su tiempo junto a su hermano.

Luego vino el jardín, eso fue muy complicado, pasamos por tres jardines hasta que el doctor me dijo que el necesitaba ir a una escuela especial, también en ese tiempo me integré a una agrupación de  padres con hijo con Autismo lo cual me sirvió muchísimo para poder hablar del tema, el que alguien me entendiera, o me pudiera dar un consejo sobre qué hacer, y con ellos, hoy luchamos por la concientización y sensibilización del Autismo. Yo hoy veo a mis dos hijos felices, Agustín pasando a Kínder, sé que le ha acostado y le va a costar entender por qué su hermano aún no deja los pañales, por ejemplo, pero ya juegan juntos, se ríen, se abrazan, se despiden antes de irse cada cual a su colegio, se conectan. Y Benjamín en su colegio especial donde ha encontrado docentes de corazón que dan todo por nuestros hijos y siempre están sonriendo, esa seguridad me la da cuando mi Benja llega a la puerta y me dice adiós mamá que te vaya bien.

Hoy solo me queda dar las gracias a todos aquellos que de una u otra manera me han ayudado y me están ayudando a saber sobre llevar lo que implica tener un hijo dentro del Espectro del Autismo. Dar gracias a Dios por que hoy mis hijos están felices y por lo que ha significado para mí esta condición en mi hijo, lo que se resume en luchar por su futuro y el de tantos otros niños.